viernes, 17 de abril de 2009

Niños en la ocupada sociedad.


Vivimos tan sumergidos en nuestras ocupaciones diarias, tan distraídos, tan tensos y estresados por mejorar nuestra condición económica que la mayoría de las veces no nos damos cuenta de cuando nuestros bebés han crecido.

La mayoría de estos chicos viven a expensas de caer en la vagancia, el pandillerismo y la deserción escolar y muy probablemente, más tarde se refugien en las drogas.

"Generalmente, gritamos más que hablar, debido a las múltiples ocupaciones, preocupaciones, el estrés y la tensión del hogar que día con día vivimos", dice.

De ello proviene necesariamente la consecuencia antes señalada, entonces surge el desinterés, la indiferencia, desmotivación y falta de entusiasmo por los hijos.

Cuando estos notan que en ese ambiente, por cierto nada familiar, se les comienza a hacer daño buscan algo o alguien en quien refugiar su soledad, sus tristezas y escasas alegrías.

Lo más destructivo que podemos hacerle a nuestros hijos es ponerlo en medio de nuestros pleitos, usar a uno de nuestros hijos para herir a nuestra pareja es algo que los lastima muchísimo mas a ellos, palabras como; "Lárgate de aquí, te pareces a tu madre", "Eres un necio, igualito a tu padre", empleando términos despectivos, sin duda, es algo que se afianzará a la mente negativa de los niños.

Lamentablemente los conflictos de la pareja, con frecuencia se manifiestan en el manejo del dinero. Muchas veces se utiliza lo económico como medio de control o presión, los padres podemos entrar en una lucha de poder, "Si no me das dinero no ves a los niños",. "Si no me dejas ver a los niños, no te doy dinero", etc.

Estas situaciones hacen sufrir a los niños y los colocan entre la espada y la pared.

Cuidemos y amemos a nuestros niños para que se sientan acogidos, queridos y felices. No hay nada mas importante que ellos.

jueves, 16 de abril de 2009

Socialización; elemento fundamental en la vida del niño.


Recordando que la socialización es un proceso mediante el cual el individuo adopta los elementos socioculturales de su medio ambiente y los integra a su personalidad para adaptarse a la sociedad. Dicho en otros términos, socializar es el proceso por el cual el niño, aprende a diferenciar lo aceptable de lo inaceptable en su comportamiento. Socializar es un proceso muy importante que debe fomentarse en los niños y niñas desde muy corta edad.

La primera infancia es el periodo en el que tiene lugar el proceso de socialización más intenso, cuando el ser humano es más apto para aprender. Desde que se nace se está aprendiendo y se continúa haciéndolo hasta la muerte. Así como no todos los niños gatean, caminan o hablan a la misma edad, tampoco para aprender hay una edad fija. Los niños difieren unos de otros en cuanto a su ritmo de aprendizaje, de ahí la importancia de ofrecer estímulos, experiencias o materiales que contribuyan en el aprendizaje, ya que el proceso mismo lo realizan los propios niños.

la socialización del niño durante la infancia no constituye en sí una preparación suficiente y perfecta, sino que a medida que crece y se desarrolla su medio ambiente podrá variar exigiéndole nuevos tipos de comportamiento. Por lo tanto es fundamental ir enfrentando a nuestros niños y niñas a diversos ambientes: familiar, escolar, comunal y otros...
Los diversos aspectos del desarrollo del niño abarcan el crecimiento físico, los cambios psicológicos y emocionales, y la adaptación social. Es válido propiciar la adaptación social, como la fuente de SOCIALIZACIÓN en los niños (as).
Las relaciones sociales infantiles suponen interacción y coordinación de los intereses mutuos, en las que el niño adquiere pautas de comportamiento social a través de los juegos, especialmente dentro de lo que se conoce como su ‘grupo de pares’ (niños de la misma edad y aproximadamente el mismo estatus social, con los que comparte tiempo, espacio físico y actividades comunes). De esta manera pasan, desde los años previos a su escolarización (desde la etapa preescolar) hasta su adolescencia, por sistemas sociales progresivamente más sofisticados que influirán en sus valores y en su comportamiento futuro. La transición hacia el mundo social adulto es apoyada por los fenómenos de liderazgo dentro del grupo de iguales, donde se atribuyen roles distintos a los diferentes miembros en función de su fuerza o debilidad. Además, el niño aprende a sentir la necesidad de comportarse de forma cooperativa, a conseguir objetivos colectivos y a resolver conflictos entre individuos. La conformidad (acatamiento de las normas del grupo social) con este grupo de pares alcanzará su cuota máxima cuando el niño llegue a la pubertad, a los 12 años aproximadamente, y nunca desaparecerá del comportamiento social del individuo, aunque sus manifestaciones entre los adultos sean menos obvias.